HENRI MATISSE

Lo que no Sabias de Chagall
Una cabra sonríe cuando toca el violín
“Pero quizás es mi arte –pensaba yo- el arte de un demente, mercurio centelleante, un alma azul que invade mis cuadros”
(Mark Chagall, “Mi vida”)

Todo el poder de la música consiste en el poder de la pintura de Chagall: su capacidad expresiva, su maravillosa o milagrosa aptitud expresiva para desvelar el inmenso dominio de nuestros sentimientos con sus múltiples matices, consiste en la manera infinitamente variada (rápida o lenta, fácil o contrariada) en que se permite que se produzca ese retorno a la Tierra natal de la ausencia de turbación, a sentirse como en casa, a no tener que desear más (aunque solo sea de momento). No sería de extrañar el talento musical de Chagall aun si no supiésemos que estudió música y canto durante su adolescencia. Tanto su pintura como su escritura dejan adivinar esa sensibilidad auditiva tras y junto con su inigualable gusto estético. La emotividad a flor de piel se saca a relucir en un escrito vibrante, que parece estar mecido, acariciado y lleno de música. Los gestos danzantes, ligeros y bailarines que dibujan sus letras y les regalan movimiento, son los mismos que pintan cabras voladoras sonrientes arrancando notas a las cuerdas de un violín, y los mismos que pintan color y posturas llenas de vida a los acróbatas de un circo. Por eso las dos grandes categorías de la música, como de la pintura de Chagall son esas, la alegría por el deseo satisfecho y el sufrimiento por el deseo insatisfecho.
Colores y formas se cuentan historias
“Cuando en alguno de mis cuadros alguien descubre un símbolo, no es porque yo así lo haya querido. Es un hecho que yo no busqué. Es algo hallado después y que cada uno puede interpretar a su gusto”

Podíamos considerar que Chagall descubrió la convicción en una gran ley: la unidad afectiva del mundo, varias formas y colores que se dan cita en una misma impresión. Por ejemplo, el color amarillo en su tono más chillón con formas triangulares en su forma más aguda, más punzante. O bien, el color azul y el círculo. El azul propicia esa suerte de alejamiento del espectador del azul, pero al mismo tiempo también propicia un recogimiento del espectador hacia su propio centro. Por eso el sentido de ese movimiento es un sentimiento de serenidad profunda. El círculo además enfatiza la estética del recomienzo, fuerza concéntrica y perfección se combinan en un sentimiento de fuerza pero de también de paz. De ese interior que rezuma la obra de Chagall. Basta con propiciar una transferencia para que se desborde, y esa transferencia es hoy la música, que él también busco en y por la sensibilidad. El objetivo del arte sería eso, purificar el alma gracias a ese conjunto que se hace preciso por la suma y el conjunto de vibraciones. En realidad qué es un cuadro sino las vibraciones que el alma siente ante las distintas tonalidades de las formas y colores. Por ello, la pintura de Chagall es poética, lírica, por eso es monumental y en esa medida imperecedera, ante el mundo exterior que propicia; ante su pintura, no hay alma que se resista a dejar desvanecer ese mundo exterior para que emerja el interior. ¿Qué es lo que hace que ver, oír, tocar sean lo mismo a pesar de la diversidad de las experiencias que lo diferencian? Los elementos son distintos en la realidad exterior, pero idénticos en la realidad interior, y ello porque el poder último del sentir, presente en toda sensación visual o sonora es la subjetividad patética que define idénticamente a nuestro cuerpo original y el ser que somos, nuestra alma.
Esperanza y lamento se miran a los ojos

En 1947, año en el que está fechada esta carta, algo lento se va apagando en Marc Chagall como la llama de una vela. El comienzo de su madurez como artista y como hombre, se cruza con la muerte de su esposa Bella en 1944, y se queda así, mirando atrás. El gesto de su escritura asimismo se afloja, se rinde triste, cae y se lamenta. Eso nos dicen sus renglones desfallecidos. “(...) Abría la ventana y junto con Bella entraba en mi cuadro azul de cielo, amor y flores. Vestida toda de blanco o de negro aparece desde hace ya tiempo en mis cuadros, como guía de mi arte” (Marc Chagall, “Mi vida”)